Por Wilfrido Ruiz
MEMORIAS DE BUCHITO: Así le decían. Era un niño que vivía en la Villa de Nogales. Corría el año de 1910. El niño Buchito, era mi padre. Era limpiabotas en la peluquería de mi abuelo paterno, Tiburcio.
En 1933, Tijuana agonizaba. El fantasma del colapso financiero de Estados Unidos de Norteamerica, azotaba la zona fronteriza. La Bolsa de Valores de Wall Street, Nueva York, se derrumbó estrepitosamente, causando estragos económicos de proporciones mayúsculas.
En medio del pánico y de la pobreza, se encontraba el Rancho de la Tía Juana. Tiempos complicados que requerían soluciones complicadas. ¿Cómo resolver el clamor de los comerciantes en un pueblo fantasma? ¿Cómo frenar la depresión económica y el cierre de negocios? ¿Cómo resolver la falta de empleo?
Corría el año de 1920, cuando mi padre en compañía de mi abuelo, llegaron a Tijuana, Baja California, para probar fortuna. En aquellos años, el Lector debe saber que la Garita Internacional Tijuana-San Ysidro se abría a las 6:00 a.m. y se cerraba a las 6:00 p.m.
Ciertamente, los pobladores de esa época, ahora distinguidos forjadores, vivieron una jornada histórica, una jornada épica y valerosa para sacar adelante al Rancho de la Tía Juana. ¿Cómo lo hicieron?
El movimiento ciudadano para detener el debacle económico, fue encabezado por la Cámara de Comercio de Tijuana. Corría el año 1933. De acuerdo con Buchito, ese año fue el más pobre para Tijuana. El organismo representante del comercio organizado, constaba de 60 socios. Pagaban una cuota de $4.00 pesos.
¿Cómo sabemos, con certeza, lo que ocurrió?
(Continuará)
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